Hoy en día, se puede notar que la juventud está cada vez más involucrada con el servicio y el liderazgo de nuestras iglesias; son de mucho peso, pero a su vez son un blanco para el enemigo, porque los jóvenes están rodeados de peligros tanto en su vida ministerial como en la vida cotidiana. ¿Como los jóvenes podemos llegar a ser buenos ministros de Dios en nuestras iglesias? En 1ª de Timoteo 4:6-16 hay tres mandatos que hace el Apóstol Pablo a Timoteo, los cuales podemos tomar como aplicación a nuestras propias vidas, ya que cumpliendo estos tres mandatos uno puede hacer que la Palabra de Dios prolifere en nuestro entorno que nos rodea y así ser mas útiles a los propósitos de Dios. Lo primero es ser ejemplo con nuestra forma de vida (v.12) ya que Pablo le dice a Timoteo que nadie le tome a poco por ser joven, sino que asuma esa autoridad que Dios le otorgó; y esa autoridad es reconocida por los demás cuando ven nuestra manera de vivir. Por eso es que un joven ministro debe ser ejemplo en conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Porque como bien dice el refrán, “nuestros actos dicen más que mil palabras”. El segundo mandato es ocuparnos de conocer y dar más de la Palabra de Dios (v.13). Uno de nuestros problemas como jóvenes es que dejamos poco tiempo al estudio de la Palabra de Dios, que como ministros debería estar siempre presente en nosotros así como la oración. Procuremos conocer más de la Biblia a través del estudio; y así como recibimos también está el dar a los demás a través de la exhortación y la enseñanza, algo que es muy necesario en el cuerpo de Cristo en estos días. El último mandato que podemos encontrar es cuidar nuestro llamado de aquello que nos puede desanimar de nuestra tarea como ministros (v. 14-16). Hay varias situaciones que nos pueden desanimar de nuestro llamado y de aquello que Dios nos mandó a hacer: personas, líderes incluso nosotros mismos. Por eso en este fragmento de la Palabra de Dios se nos manda a no descuidarnos del don que Dios nos dio. No importa qué don tengas; lo importante es no dejar que las circunstancias oculten ese don, sino que más bien debemos ocuparnos en ello y permanecer fieles en lo que hacemos, cuidándonos de nosotros mismos, de pensamientos pesimistas, de falta de autoestima y de confusión doctrinal. ¡No dejes que nadie te quite el sueño que Dios puso en ti! Pon en práctica estas exhortaciones y verás que habrá cambios tanto en tu vida como en tu ministerio. No importa la edad que tengas, porque hoy en día los jóvenes hemos decidido acordarnos de nuestro Creador en nuestra juventud, no sólo para adorarle sino también para servirle.
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