Como profesor de Educación Tecnológica, durante algunos años he tenido que traspasar a mis estudiantes de distintos niveles (de primaria, secundaria y universidad) algunos conceptos referidos a la producción de bienes y servicios. Se podría decir que la producción de música implica la elaboración de un bien -- la obra grabada -- y además la prestación de un servicio -- el hacer llegar esa obra grabada al usuario final. También en este caso hay diversos servicios asociados a la elaboración del bien y a su promoción en el mercado, pero por simplicidad vamos a considerar sólo los dos primeros aspectos.
A medida que pasa el tiempo y conozco más opiniones sobre el tema, más me convenzo que la mayoría de las personas cristianas que copian música o la prestan para que otros la copien, lo hacen con “buena intención”. La “buena intención” de distribuir un bien y ser de bendición al receptor de la obra grabada, implica apoyar la propagación del mensaje que viene acompañado de música, como una medicina que viene acompañada de caramelo para hacer más fácil su asimilación por parte del enfermo. Visto así, completar la prestación del servicio parece una idea genial.
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